martes, 21 de marzo de 2017

#MartesDeGayosso - #ComoDueleAmarteAsí

@joselomacias

Fragmento

Desde la celebración de la fiesta de fin de año no se había sabido mucho de Mónica, Diego y Ángela, solían tener noticias de ella a través de lo que posteaba en las redes sociales. 

Pero la realidad es que “Hamal”, Mónica, recuerda con cierto dolor el día de la muerte de Andrés, las cartas le advirtieron la muerte de alguien de sus amigos, pero la fotografía que se rompió ese día estaba la imagen de Ángela, Diego y su amigo asesinado.

Es difícil comprender los mensajes que las cartas me dicen. Unas veces me dejan saber qué es lo que sucederá. Pero en otras es muy confuso su mensaje. Me hubiera encantado poder salvar a Andrés… Solo pude decirle que se cuidara…

Andrés me dijo que sabía a qué me refería, pero con lo terco que era, sabía que no podía escapar de su destino. Y tampoco quería escuchar como lo recriminaba Angie. Ojala pudiera darle descanso al alma de mi amigo, pero, ¿Quién lo mato? ¿Por qué?

Las cartas me han dicho una y otra vez que debo andarme con tiento. No revelar más de lo que debo… pero necesito proteger a Dieguito y Ángela. Ellos no pueden pasar por lo mismo. No pueden condenar su amor.

Con la mirada triste y leyendo de nuevo lo que había escrito, Mónica, cerro las páginas de su diario. Decidió que debía estar cerca de sus amigos para cuidarlos de alguno de los posibles sospechosos. No podía olvidar que ella conocía el secreto de las pulseras de plata.

La lluvia caía con fuerza en la ciudad de México mientras en aquella casa cercana al parque Olloqui, protegidos, bajo aquel techo de la terraza del jardín. Se observaba como aquella pareja de enamorados disfrutaban de la tarde de ese día de inicio de año. De pronto Diego rompió con el momento romántico, respiro profundamente, y decidió hablar con Ángela.

En ese momento de su mochila, Diego, saco aquel libro negro que fuese el diario de Andrés. Ángela miro con cierto temor aquel cuaderno, lo abrió despacio, comenzó a leer y su mirada cálida de pronto se torno temerosa y sus bellos ojos se llenaron de lágrimas.

 “Pacientito” miro a su novia y trato de abrazarla. Pero ella se levanto de la silla y miro al cielo. Ángela volteo a ver a su novio, lo miro con amor, pero la belleza de sus ojos seguía empañada por las lágrimas.

Ángela: ¡Gracias mi amor! ¡Gracias por no esconderme nada! ¡Me duele lo que pasó con Sweety! ¡Pero juntos encontraremos una respuesta! ¡Gracias por confiar en mí!
Diego: (mirándola impresionado) ¡Gracias a ti Ansh! ¡Gracias por enseñarme que es el amor! ¡Claro que encontraremos una respuesta! ¡Te amo!

Al escuchar esas palabras. Ángela jalo a Diego al jardín… la lluvia los empapo en pocos segundos pero la felicidad que ambos sentían no se comparaba con nada de lo que pudiera pasar en ese momento.

Un beso de amor fue el mejor postre de aquel primero de Enero de 2012. Las velas y el vino que estaban en aquella mesa fueron los únicos testigos de este amor que empezaba a tomar más fuerza.

Sentada frente a aquella estatua en el parque de “Rio de Janeiro” Mariana trataba de aclarar sus ideas. Desde hace días tenía presente lo sucedido en aquel campamento. La pulsera de plata era un recordatorio constante de su desgracia y el silencio obligado de sus amigos.

Conocerte fue un gran placer, pero a la vez no puedo dejar de pensar en todo lo que paso. ¡Por tu culpa me manche las manos de sangre! ¡Por tu culpa mi vida se convirtió en un calvario! ¡Yo no quería pero tú me obligaste!

El rostro de Mariana no solo estaba mojando por la lluvia, sus ojos reflejaban dolor y sufrimiento, pero lo que más le molestaba era que a pesar del tiempo no podía superar lo que paso hace tantos años. Al ver aquella fuente del “David” que decora la parte central de aquel lugar.

 La que lleva por apodo “Naca” sintió que alguien la vigilaba por más que trato de buscar quién era la lluvia que caía no permitía ver más allá de dos metros. Alguien protegido por una capa oscura y calzando botas de trabajo veía con interés como Mariana trataba de aclarar sus ideas.

En aquella habitación desordenada y llena de afiches de autos. José Luis sentado en su cama observaba aquella fotografía. Su tristeza se hizo evidente, trato de romperla, pero lo pensó mejor y la escondió debajo del tercer cajón del lado derecho de la cómoda de aquella recamara.

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