Parece que el tiempo no ha pasado desde aquella noche. Aquella casona de San Jeronimo el tiempo parece haberse detenido. El ventanal que daba al jardín seguía roto, los restos de sangre se veían todavia en aquella escalera que dividía la casa en estancias. El olor a muerte se percibía.
Un vecino curioso asomado desde su ventana siguio con la mirada aquel desconocido que entro a la casa abandonada. Solo alcanzaba a ver que vestía un gorro, una gabardina.
Como si conociese que debía de hacer aquel que vestía la gabardina entro a la casa, tuvo cuidado de no quitarse los guantes de piel que traía y también de cambiarse el calzado que portaba por uno que no dejara rastro de su visita.
Del suelo de aquella estancia, tomo una fotografía donde siete personas sonreían. De impulso trato de romperla pero lo penso mejor y la guardo. Siguió caminando y bajo la escalera que seguía manchada de sangre.
Un extraño bajo de un vehículo azul marino. Dejando que la lluvia lo mojara toco el timbre de casa de Angela.